Más de 20 civiles murieron y unos 54.000 se vieron desplazados en la región etíope de Afar, adonde se ha extendido el conflicto de la vecina región norteña de Tigray, contra la que el Gobierno federal mantiene una ofensiva armada desde principios de noviembre, informaron hoy fuentes humanitarias.
“La guerra en curso en Afar ha causado un gran número de desplazamientos en la comunidad y muchas muertes de civiles”, explicó vía telefónica un trabajador humanitario de la Asociación de Desarrollo Pastoralista de Afar (APDA, por sus siglas en inglés).
Según esta fuente, han seguido hasta hoy los enfrentamientos que empezaron el pasado domingo, cuando los combatientes tigriñas -agrupados en las Fuerzas de Defensa de Tigray (FDT)- iniciaron una incursión en el territorio de Afar.
Las FDT entraron en esta región vecina a través del distrito de Yallo, colindante con la ciudad de Alamata (sur de Tigray), que los rebeldes aseguraron haber recuperado la semana pasada después de que esta fuera anexionada de facto durante el conflicto por las fuerzas de la región de Amhara, aliadas del Ejército etíope durante la guerra, que reclaman su derecho histórico sobre esos territorios.
Durante estos días, las fuerzas tigriñas han seguido avanzando y combatiendo, tomando varias ciudades, una información que no se ha podido verificar de manera independiente.
Según esta fuente, que prefiere permanecer en el anonimato, las comunidades pastoralistas de esos territorios han huido en todas las direcciones, especialmente hacia las zonas rurales donde no hay comida ni servicios para los desplazados.
Los afectados “dijeron que todas las casas fueron despojadas de comida y de cualquier objeto valioso por las FDT y mencionaron al menos 20 muertos en Yallo, incluyendo a tres ancianos que no pudieron huir, una madre con su hijo y otros que se vieron atrapados en el fuego cruzado”.
Por otro lado, Mohammed Husen, el jefe de la Oficina de Prevención de Desastres y Seguridad Alimentaria de Afar, confirmó que más de 54.000 personas se han visto forzosamente desplazadas desde el domingo.
Todas las partes se declararon el miércoles vencedores de los enfrentamientos: mientras los tigriñas aseguraron haber matado a más de 1.200 efectivos federales y de las fuerzas de la región de Oromía (que apoyan a Adís Abeba), el Ejército central afirmó haber destruido completamente uno de los batallones de las FDT en Afar.
Según Ibrahim Humed, el jefe de la Oficina de Paz y Seguridad de Afar, que confirmó los ataques tigriñas, las FDT están empujando para conseguir controlar el corredor que lleva hacia el puerto del país vecino Yibuti -vital para Etiopía, sin salida al mar- y conseguir así que el Ejecutivo “sea su rehén y acepte sus condiciones previas para la negociación”.
La guerra en Tigray comenzó el pasado 4 de noviembre cuando el Gobierno central lanzó una ofensiva contra el Frente Popular de Liberación Tigray (FPLT), que gobernaba la región hasta entonces, tras una escalada de las tensiones políticas y en represalia por el ataque contra una base militar federal.
El 28 de junio, Etiopía declaró un “alto el fuego unilateral humanitario”, pero, aunque el Ejército se retiró de varias ciudades (incluida Mekele), las fuerzas de la vecina región de Amhara han anexionado de facto el oeste de Tigray.
Según el primer ministro etíope, Abiy Ahmed, las tropas federales se retiraron porque la capital de Tigray ya no tenía “importancia militar”, pero analistas y los propios rebeldes aseguran que el motivo fue la derrota frente a las fuerzas tigriñas.
Desde entonces, el conflicto se ha recrudecido con la escalada de los enfrentamientos contra la vecina Amhara.
El final de conflicto, por tanto, no parece probable a corto plazo, ya que tanto los amharas como las FDT expresaron su determinación de seguir combatiendo por el territorio.
Desde el inicio de la guerra, miles de personas han muerto, cerca de dos millones se han visto desplazadas internamente en la región y al menos 75.000 etíopes han huido al vecino Sudán, según datos oficiales.
Asimismo, la ONU alertó a principios de julio de que ya hay unas 400.000 personas en condiciones de hambruna en Tigray y otros 1,8 millones al borde de ella.