El secretario general de la ONU, António Guterres, propuso este martes, al dar inicio al 78 periodo de sesiones de la Asamblea General, “renovar unas instituciones internacionales del siglo XXI” que estén basadas “en la equidad, la solidaridad y la universalidad”.
“En un mundo gangrenado por las divisiones entre poderes económicos y militares, entre el norte y el sur, y entre el este y el oeste, no queda otra alternativa que la reforma de estas instituciones, pues de lo contrario iremos a una mayor fragmentación”, advirtió Guterres.
El funcionario dio inicio con su discurso a una Semana de Alto Nivel marcada por la continuación de la guerra en Ucrania, que ha exacerbado las tensiones políticas y ha profundizado las diferencias económicas entre los países.
Entre los asistentes estaba el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, quien asistió por primera vez a la Asamblea General, por su parte, Rusia estaba hoy representada simplemente por su embajador ante la ONU, a la espera de que en los próximos días llegue el ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov.
Guterres empezó reconociendo que las instituciones actuales, la propia ONU, el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, nacieron en 1945 y responden a una época donde gran parte de los países actuales vivían bajo el yugo colonial.
“El mundo ha cambiado; nuestras instituciones no”, resumió, y por eso no están contribuyendo a solucionar el problema de las divisiones crecientes, que no se dan solo entre países o bloques, sino en el interior de las propias democracias, donde “el autoritarismo está en auge”.
El político portugués citó los varios puntos del planeta donde se viven graves crisis multidimensionales, el Sahel, Sudán, la República Democrática del Congo, Haití, Birmania, Palestina o Siria, lo que, unido a los desastres naturales, demuestran que “el sistema humanitario global está al borde del colapso”.
También recordó que la desigualdad es la gasolina de todos los descontentos: “Si no alimentamos a los hambrientos, estamos alimentando el conflicto”, dijo, y recordó que la mejor arma contra los conflictos es apoyar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
En este sentido, pidió a los países tres compromisos que se pueden lograr en lo inmediato: comprometer 500.000 millones de dólares al año para implementar esos ODS en los países pobres -que gastan más en pagar su deuda que en sanidad-; cambiar la estructura de los bancos multilaterales de desarrollo e idear mecanismos para aliviar la deuda de los países más afectados.
No olvidó mencionar las metas climáticas, y contrapuso el hecho de que los países del G20 más industrializados son responsables del 80 % de emisiones de carbono, mientras que los de África, pese a tener el 60 % de la capacidad solar del planeta, solo reciben el 2 % de las inversiones en energías renovables.