lunes, diciembre 23, 2024

Hoy se cumplen 50 años de un terrible accidente en avión “La carne humana no sabe a nada”

Hace casi 50 años un vuelo que salió de Uruguay se estrelló y dejo a los pasajeros varados por 72 días, los sobrevivientes ahora recuerdan la terrible experiencia que vivieron y que recurrieron al canibalismo.

Los 16 sobrevivientes del accidente aéreo de los Andes de 1972 se reunieron para el 50 aniversario del terrible suceso y recordaron que se vieron obligados a recurrir al canibalismo.

El vuelo 571 de Uruguay estaba programado para llevar a Chile a un equipo de jugadores aficionados de rugby y sus seguidores. Sin embargo, se estrelló y dejó varados a los sobrevivientes durante 72 días en la cordillera, obligándolos a comer carne humana para mantenerse con vida.

“Por supuesto, la idea de comer carne humana era terrible, repugnante”, dijo Ramón Sabella, de 70 años, en Londres. “Fue difícil ponerlo en tu boca. Pero nos acostumbramos”.

Sabella recordó la elección que hicieron los sobrevivientes cuando Roberto Canessa, un estudiante de medicina, sugirió que se comieran los cuerpos de los fallecidos para que el resto sobreviviera.

“(Carlos) Páez dijo que no había otra opción para los jóvenes sobrevivientes, señalando para los morbosos curiosos que la carne humana ‘no sabe a nada, en realidad’”.

Páez agregó que era el deber de los sobrevivientes viajar por el mundo y compartir su historia.  

Cuarenta y cinco pasajeros estaban en el desafortunado avión el 13 de octubre de 1972. Las autoridades dijeron que durante el vuelo, el piloto se desvió del rumbo en una densa niebla antes de estrellarse contra las nevadas montañas de los Andes.

Doce pasajeros murieron en el accidente. Otros diecisiete murieron por heridas y asfixia por una avalancha que se produjo días después.

Desesperados después de más de dos meses en los gélidos picos, Canessa y Fernando Parrado abandonaron el lugar del accidente para buscar ayuda. Fue el último intento del grupo por sobrevivir.

Después de 10 días de caminata, vieron a Sergio Catalán, un pastor de ganado en las estribaciones de los Andes chilenos. Las condiciones eran tales que no podían acercarse demasiado a Catalán, pero desde lejos lo escucharon decir una palabra: “Mañana”.

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