En cuanto la profesora Nicole Ogburn escuchó una ráfaga de balazos les pidió a sus alumnos que mantuvieran la calma, que se tiraran al suelo y que por nada del mundo hicieran ruido, instrucciones que posiblemente ayudaron a que el pistolero Salvador Ramos evitara pasar por aquel salón de clases.
En una entrevista la maestra contó que segundos antes de que las balas destrozaran las ventanas de su salón, sus estudiantes ya estaban en el piso: “Seguía escuchando boom, boom, boom. Seguía sonando, y se sintió como una eternidad”.
También contó que cuando se dio cuenta: “Tenía un estudiante acostado encima de mí, y tenía un montón de otros estudiantes justo aquí a mi lado, y todos estábamos tomados de la mano. Solo recuerdo haber orado: ‘Por favor, Dios, por favor, mantennos a salvo’”.
En cuando Nicole Ogburn tuvo oportunidad, sacó de a poco a sus alumnos por una de las ventanas que dan hacía la calle: “Me quedé y seguí sacando a los niños, y luego yo y los últimos dos niños saltamos por la ventana, y simplemente corrimos. Nos decían: Corran, corran, corran”.
Como otros profesores, Nicole Ogburn aún no puede borrar la imagen de Salvador con pistola en mano caminando hacía la Escuela Primaria, pero sabe que tiene que ser fuerte.
“Puedo cerrar los ojos y ver esa imagen de él con una pistola caminando hacia mi escuela, y me atormenta, pero al mismo tiempo, me he dicho a mí mismo que no viviré con miedo. Quiero hacer eso y enseñárselo a mis propios hijos. No se puede vivir con miedo”, dijo.
Tras la masacre, Ogburn ha dado a conocer que ha recibido varios mensajes de los padres de sus alumnos quienes le agradecen haber salvaguardado a los menores e incluso hay quienes la tachan de “heroína”.
“No soy un héroe de ninguna manera. Pero amo mucho a esos niños”, expresó.