El hallazgo de una nueva fosa, ubicada en el subsuelo de un salón de fiestas de Tenango del Valle, abre cantidad de interrogantes.
Una enorme excavadora en una nave industrial, un montón de policías y peritos, un agujero en el suelo y costales, decenas de costales, bultos sin forma, plastificados, llenos de carne, ilustrando un nuevo horror en México.
Las autoridades aún no saben cuántos cuerpos hay en total. Ignoran siquiera si se trata de restos humanos, pero la experiencia de un país que cuenta miles de asesinados y desaparecidos cada año, con cementerios clandestinos en cada punto cardinal, apunta a la peor de las posibilidades.
El hallazgo de esta nueva fosa, ubicada en el subsuelo de un salón de fiestas de Tenango del Valle, a hora y media de Ciudad de México, abre cantidad de interrogantes, algunos prestados de espantos pasados: ¿desde cuándo usaban este lugar para enterrar cuerpos? ¿Quiénes lo hacían? ¿Cómo es posible que nadie supiera, que nadie dijera nada? Como ocurre habitualmente, pocas de estas preguntas tienen una respuesta clara.
A finales de la semana pasada, autoridades federales y del Estado de México detuvieron a nueve personas, presuntos integrantes de “una organización delictiva con orígenes en el Estado de Jalisco”, según un comunicado de la Fiscalía local.
Las autoridades no han informado sobre dónde ocurrieron las detenciones, si fueron todas a la vez o cómo llegaron a los detenidos. Las capturas condujeron a los agentes, en todo caso, a varias propiedades del grupo criminal en la zona, una de ellas el salón de fiestas de Tenango.
A partir de información supuestamente obtenida de los detenidos, principalmente del que la Fiscalía señala como su líder, Jaime Luis N, alias El Pozolero o El 666, los agentes pidieron una excavadora para romper el cemento del piso del salón y ponerse a cavar. El mismo viernes afloraron los primeros costales. Este domingo, las autoridades ya contaban 46, según han informado medios locales.
En un vídeo difundido por la dependencia, se ve a algunos de los detenidos junto a una mesa, en las instalaciones de la Fiscalía, con decenas de bolsitas con hierba verde.
Al lado de las bolsas figuran también unos parches con las siglas del grupo delictivo al que supuestamente pertenecen los criminales detenidos, CJNG, o Cartel Jalisco Nueva Generación. El empleo de emblemas de este grupo criminal no implica necesariamente que los usuarios formen parte de su red. La misma estructura del CJNG y el nivel de dependencia entre sus células resulta muchas veces difícil de determinar.
La Fiscalía explica que El Pozolero participó el año pasado en el secuestro de una mujer en Tenancingo, unos kilómetros al sur de Tenango. Liberada en agosto, El Pozolero y sus secuaces le habían arrancado trozos de dedos de las manos.
Las autoridades detuvieron entonces a seis personas, presuntos integrantes de la misma célula criminal. Entonces El Pozolero escapó. La Fiscalía local, que en los últimos años mantiene una batalla con otro grupo de delincuentes en la misma zona del Estado de México, La Familia Michoacana, decomisó entonces media docena de armas de fuego y cantidad de cargadores y cartuchos.
Los agentes se incautaron, además, de varios chalecos antibalas con las siglas CJNG. En uno de los chalecos, en vez de CJNG, aparecía la leyenda DELTA, nombre de una de las células supuestamente más cercanas a su líder, Nemesio Oseguera, alias El Mencho. De nuevo, la aparición de nombres o siglas vinculadas al grupo criminal en indumentaria incautada a supuestos delincuentes no implica su pertenencia. Pero la acumulación de datos puede inclinar la balanza.
Extraña la presencia de una célula del CJNG aparentemente tan activa en el sur del Estado de México, capaz de asesinar, como ha explicado la Fiscalía, llevar a cabo secuestros y manejar una fosa clandestina en el subsuelo de un salón de fiestas. Primero, porque no parece parte de su mapa de acción, cuyo núcleo lo forman los estados de Jalisco, Michoacán, Guanajuato o Zacatecas. Y luego por la presencia en zonas muy cercanas en los últimos años de células muy violentas de La Familia.
Entre 2020 y el año pasado, presuntos integrantes de la Familia se enfrentaron en cantidad de ocasiones con autoridades del Estado de México en poblaciones como Texcaltitlán o Coatepec Harinas, este último a unos 35 kilómetros de Tenango del Valle. En marzo de 2021, sicarios del grupo asesinaron a 13 policías estatales y de la Fiscalía en Coatepec. En junio, la policía mató a 11 presuntos sicarios de grupo criminal en Texcaltitlán.
Esos enfrentamientos minaron la capacidad de esta célula de La Familia, lo que podría explicar la expansión de otros grupos, como el del Pozolero. La convivencia de células distintas en regiones aledañas puede significar también la existencia de acuerdos o pactos de no agresión. Y que estos pactos expliquen de alguna forma el tipo de relación que existe entre las células y los carteles de los que supuestamente dependen. También es posible que siglas y nombres no tengan mayor importancia y sean solo parte del aparato mediático de los criminales.