El presidente de Haití, Jovenel Moïse, fue asesinado a balazos en un ataque a su residencia en la madrugada de este miércoles 7, provocando reacciones de estupor, condena y preocupación por la democracia en su país, especialmente en las capitales del hemisferio americano.
El secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, al expresar sus condolencias, llamó “a todos los haitianos, a preservar el orden constitucional, permanecer unidos ante este acto abominable y rechazar toda violencia”.
Los 15 miembros del Consejo de Seguridad de la ONU se confesaron entristecidos por la noticia y el presidente de turno, el francés Nicolas de Rivière, agregó la preocupación por la suerte de Martine Moïse, esposa del mandatario asesinado, quien fue gravemente herida durante el atentado.
El secretario general de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, afirmó en un comunicado que el asesinato de Moïse “es una afrenta al conjunto de la comunidad de naciones democráticas representadas en la OEA”.
De acuerdo con las informaciones suministradas por el primer ministro haitiano Claude Joseph –quien implantó el estado de sitio en ese país caribeño y francohablante-, Moïse fue abatido por un comando de pistoleros que se expresaban en inglés y español.
En la República Dominicana, que comparte con Haití la isla Hispaniola, el presidente Luis Abinader condenó “este crimen que atenta contra el orden democrático de Haití y de la región”, al enviar condolencias a los familiares y al pueblo haitiano.
Abinader ordenó cerrar la frontera entre ambos países y convocó a reuniones a los mandos militares y policiales.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, dijo que “estamos impactados y tristes por el horrible asesinato del presidente Jovenel Moise y el ataque a la primera dama”, considerándolo “un acto atroz” y “una señal muy preocupante de cómo están las cosas en Haití”.
Los gobernantes y las cancillerías de prácticamente todo el hemisferio reaccionaron con estupor y condenaron de manera unánime el crimen, agregando preocupaciones por la dura prueba a la que se somete al pueblo haitiano con estos hechos.
Desde la Unión Europea, su alto representante para la política exterior, Josep Borrell, advirtió que “este crimen entraña un riesgo de inestabilidad y espiral de violencia”, y añadió que “los autores deben ser encontrados y llevados ante la justicia”.
El asesinato de Moïse, de 52 años, sigue a meses de inestabilidad política, una ola de violencia animada por una gran diseminación de armas, el azote de la pandemia covid-19 y la amenaza de la temporada de huracanes que se cierne sobre el Caribe.
En junio más de 150 personas fueron asesinadas -30 policías- otras 200 fueron secuestradas en Puerto Príncipe y se estima que otras 17 000, desde apenas dos barrios de esa capital, se desplazaron para huir de los enfrentamientos entre bandas.
El país político ha estado enzarzado en una discusión acerca de la duración del período de gobierno de Moïse, quien asumió en febrero de 2017 y preveía entregar el poder, el mismo día de 2022, a quien ganase las elecciones convocadas para el venidero 26 de septiembre y en las que anunció que no participaría.
A lo largo del trágico miércoles, las calles de Puerto Príncipe han estado casi vacías y en relativa calma, según reporte s de la prensa local, bajo el estado de sitio que coloca la seguridad en manos de las Fuerzas Armadas.
Joseph dijo que el país está “bajo control”, pidió a población que mantenga la calma y aseguró que se garantizará la continuidad del Estado y de la democracia.
Haití, de 27 750 kilómetros cuadrados, es el país más pobre del hemisferio, y al menos 60 por ciento de sus 11 millones de habitantes sobreviven en la pobreza.