sábado, diciembre 21, 2024

Cineasta guatemalteco afirma que en Guatemala existe “casería de indígenas en las calles”

El cineasta guatemalteco Sergio Ramírez expone el racismo rampante de las clases privilegiadas de Guatemala con su filme “1991”, de estreno mundial este jueves en el Festival de Cine de Miami y cuyo telón de fondo son los asesinatos de cientos de jóvenes indígenas en la capital y otras ciudades de ese país.

El segundo largometraje del director, tras la aplaudida cinta “Distancia” (2012), cuya premiere en Estados Unidos se dio en este festival, saca a la luz los brutales crímenes cometidos con total impunidad entre las décadas de 1980 y 1990 por bandas de adolescentes y jóvenes blancos, mientras el país centroamericano libraba los últimos años de su Guerra Civil (1960-1996).

“Estos hechos eran conocidos, sobre todo para los que vivíamos en el centro de la ciudad. Les llamaban ‘cacerías’, y caminábamos con mucho miedo, te podía caer de un lado o de otro”, dijo a el realizador, en declaraciones telefónicas desde Ciudad de Guatemala.

Sobre esos hechos, que por entonces constituían una nueva forma de manifestación del racismo y clasismo en Guatemala, no hay ni un solo caso juzgado y, por el contrario, muchos de los que participaron o iniciaron esas “cacerías”, que se hacían desde automóviles y con bates de béisbol, ocupan ahora altos cargos públicos, explicó Ramírez.

“Lo fuerte es que hoy en día, gente que está en sus 40 y que de adolescentes hicieron esto, no se arrepienten y así lo dicen abiertamente”, relató el director de “1991”.

El marco general de la película es la Guerra Civil de Guatemala, un conflicto de larga duración que concluyó en 1996 y que se libró entre los sucesivos gobiernos del país, mayormente militares, y movimientos de izquierda, que fueron apoyados por pueblos de la etnia maya, en esas décadas víctimas de genocidio.

El protagonista de la historia es Daniel, un adolescente indígena que vive en la ciudad, un “punto medio”, como precisa el realizador, que tiene una vida apacible hasta que sus grandes dotes para el fútbol lo colocan entre jóvenes de la clase alta, en un “mundo de fiestas, clubes y autos”, pero que va de la mano con “esa escalada de violencia”.

El director aludió a una tesis universitaria de antropología según la cual los adolescentes que iniciaron esto eran hijos de políticos y militares, además de versiones que alegan que estos crímenes eran una fachada para asesinar a líderes de movimientos estudiantiles, muchos de ellos indígenas y de clases bajas.

La película es coproducida por Jayro Bustamante, quien se ha alzado como una de las voces protagonistas de la nueva cinematografía de Guatemala de la mano de su largometraje “La Llorona”, nominada a mejor película extranjera en los últimos Globos de Oro y preseleccionada en la misma categoría a los Óscar.

“Es un momento muy bueno para el cine de Guatemala”, reconoció Ramírez, que puso de relieve las fuertes temáticas sociales y la inclusión de las lenguas mayas en los recientes proyectos cinematográficos facturados en el país centroamericano, algunos de los cuales son liderados por mujeres.

El guion de “1991” lo firma Ramírez junto a Bustamante y César Díaz. Éste último ganador del premio Cámara de Oro a la mejor Ópera Prima en el Festival de Cannes de 2019 por su película “Nuestras madres”.

Todas esas buenas señales, sin embargo, no se ven correspondidas con apoyo gubernamental o privado a la producción cinematográfica guatemalteca, como lo reflejan los cinco años que le demandó al director concluir su proyecto o la ausencia de una ley de cine.

“Ojalá las autoridades abran los ojos y se den cuenta de la oportunidad que están perdiendo al no apoyar el cine”, señaló el director.

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