Las ideas preconcebidas y los estereotipos aparecen en casi todos los planos de la vida. Siempre se dan por hecho cosas y, cuanto más tiempo se hayan creído, más difícil es cambiarlas. El mundo de la sexualidad y las relaciones es uno de estos campos en los que hay ciertos pilares que parecen inamovibles. Desde hace tanto que no se puede fechar comienzo, se tienen ideas sobre cómo debe ser una relación de pareja o una relación sexual, siempre concepciones fijas reforzadas por productos culturales o incluso las conversaciones entre amigos o las propias parejas.
Pero nada más lejos de la realidad, pues si hay algo que es abierto, cambiante y no tiene una forma fija es el sexo. Un tema del que todavía hay quienes encuentran dificultades para hablar de él y, paradójicamente, en el que la comunicación es de lo más esencial. Esta “dificultad” para hablar, y estos estereotipos perpetrados, se acentúan si hablamos de lo relativo a las mujeres. Y es que si ponemos bajo el foco el placer femenino, hay pocos temas en los que parezca que todo el mundo tiene algo que decir, pero a quienes realmente afecta no puedan dar opinión.
El fin último
Todo esto está cambiando, claro, y cada vez se encuentra un discurso más abierto en el que se debate sin pudor sobre lo que quiere cada persona. Pero, hay uno de esas ideas que se mantiene y que parece “difícil de derribar”: la consecución del orgasmo como fin último de una relación sexual. «Tradicionalmente, el orgasmo femenino se ha entendido como un medio de recompensa. Era una “medalla”; había que “remunerar” a la pareja de alguna forma», explica Valérie Tasso, escritora, sexóloga y embajadora de LELO. Por esta idea tradicional, explica que se creó una presión por alcanzar el orgasmo, que es lo que ha llevado a lo que llama una «estrategia de pacificación»: el fingir.
Las cosas han cambiado y ahora se tiene más claro que una interacción sexual no tiene que ser finalista. «Si vas a tomar una cerveza con unos amigos, la finalidad no es ingerir una cerveza, sino que la importancia está en lo que se da en ese “ir a tomarse una cerveza”. El hecho de que exista esa concepción en la que el orgasmo es el “gol” y todo lo que pasa antes y después un mero trámite empobrece extraordinariamente la concepción de nosotros mismos y nuestras relaciones», explica la sexóloga.
¿Hay que preocuparse por la falta de orgasmos?
Aunque está visto que llegar al orgasmo no tiene por qué ser el fin, tampoco es “bueno” encontrarse en un punto en el que nunca se alcanza.