Científicos españoles ha probado la utilidad y el gran valor que la congelación de material genético tiene para la preservación de la biodiversidad y han comprobado la viabilidad de la “criopreservación” de los espermatozoides recogidos hasta dos días después de la muerte de un animal.
Investigadores del Departamento de Reproducción Animal del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA) han comprobado esa utilidad y viabilidad con los espermatozoides del corzo (ciervo), lo que tiene -ha destacado este centro- importantes implicaciones para la conservación de especies singulares, como el corzo andaluz.
Los investigadores han subrayado además la importancia de estas conclusiones para mejorar la gestión de esas especies, que son un elemento clave en la biodiversidad española y un importante recurso cinegético.
El corzo tiene una peculiar fisiología reproductiva, ya que tienen un solo celo al año que acontece en el verano, y los machos presentan una marcada estacionalidad de su actividad testicular que se localiza desde finales de junio hasta principios de agosto.
El caso del corzo
Para este estudio, dirigido por el investigador Julián Santiago Moreno, se ha criopreservado material espermático obtenido después de la muerte y se ha evaluado la actividad testicular de un total de 106 corzos abatidos en cacerías en diferentes cotos de Asturias y Castilla La Mancha.
El estudio ha puesto de relieve esa estacionalidad, ya que se ha observado una ausencia total de actividad espermatogénica fuera del periodo reproductivo.
Antes del celo (entre abril y mayo) se apreció una reactivación de la actividad testicular en un 75 por ciento de los animales, y se pudieron obtener células espermáticas que respondían adecuadamente a los procedimientos de congelación, incluso hasta dos días después de la muerte del animal.