El Barca disputo un gran partido; sin embargo, el Celta tampoco le dejo las cosas fáciles y ambos equipos le provocaron varios infartos a los aficionados.
El Barcelona está tocado por una varita mágica, de momento, que provoca que todo le salga a pedir de boca. Cuando los más de 43 mil aficionados que se citaron en Montjuic lamentaban ya la primera derrota del curso, llegado el minuto 80 y perdiendo por 0-2 ante un Celta de Vigo tan sobrio como consistente, enloqueció el futbol y se convirtió en una remontada 3-2 final tan impensable como excitante.
Excitante para el campeón y frustrante, sin duda, para un Rafa Benítez que durante gran parte del partido demostró que la veteranía es un grado y supo poner de los nervios a un Barça incapaz de dar con la tecla para imponerse.
Cuando se daba por casi descontada la derrota emergieron sin avisar los Joaos para resucitar a un equipo impotente. Tal es la fortuna que acompaña a este Barça. Los dos fichajes de última hora, después de 80 minutos entre discretos y obtusos, explotaron para ser, junto a Robert Lewandowski, los responsables de consumar el milagro.
Al equipo de Xavi se le apagó la luz de repente después de enlazar dos goleadas. Le quiso tutear el Real Betis y se llevó una manita, lo intentó también el Antwerp y recibió el mismo correctivo… Pero a Rafa Benítez, técnico con muchos galones y sobrada experiencia, ni se le ocurrió plantear un partido al ataque. Defender con orden y salir por velocidad. Con esas dos claves el Celta abrazó una victoria que no habría sido sorprendente visto el partido en su totalidad.
Al Barça le costó un mundo convertir su dominio en peligro y, de hecho, disfrutó de más ocasiones el conjunto celeste que el azulgrana. Ocurrió que no pudo concretar esos avisos y cuando ni podía sospecharlo, ganando por 0-2, se encontró con una resurrección que ni el más optimista de los aficionados locales podía ya sospechar.
